miércoles, 31 de mayo de 2017

Sin esperanzas de cambios

El célebre e ilustre fútbol argentino de otros tiempos ya dejó de ser tal, y varios son los motivos, siendo uno de ellos el negocio que encontraron algunos individuos, disfrazados de hinchas con los colores de "su equipo". Los barrabravas arrasaron con la paz de los hinchas genuinos.
 Acá también hay: La violencia existe, pero como hechos aislados.



El brillante documental producido por Canal + de España (en 2012) desnudó el grave contexto en el que se ve envuelto en la actualidad el deporte que predomina en nuestro país, como lo es el fútbol, y la primera sensación que te deja es la de miedo. Y ese miedo es general, porque atraviesa todo ambiente de la sociedad y nadie está exento, porque en nuestro caso (periodistas) somos los que vivimos domingo a domingo los hechos delictivos que rondan a estas asociaciones ilícitas, y está en nuestro deber denunciar y expresar lo que sucede con ellas. Pero cierto punto nos impide hacerlo, porque el grado de impunidad que adquirieron a lo largo de las últimas décadas, y el riesgo que esto conlleva es alto; por esto, es admirable el trabajo y el compromiso del periodista especializado en la cuestión, Gustavo Grabia, quien ocupa espacios en TV y radio para exponer casos, y escribió reconocidos libros, sabiendo que es un trabajo de alto riesgo. Lo que no se puede apreciar en el documental es el origen del tema en cuestión, ya sea por la famosa barra de Boca, liderada por el "Abuelo", o el nacimiento de "Los Borrachos del Tablón" en la década de los 80, con la industrialización del fútbol.

Volviendo al ítem del periodismo con respecto a los barras, si algún desprevenido no sabía de qué se trataban los negociados de estas asociaciones, tuvo que abrir los ojos a través del informe de un medio extranjero, que demostró las miserias internas y el lugar de importancia que tomaron sus jefes, no sólo en las arcas de los clubes, sino en lo político. La vista gorda hecha por el jefe de seguridad de Boca, la libertad para caminar armado del líder de la barra de San Telmo, o la impunidad del personaje que lideraba a Excrsionistas para drogarse, tomar alcohol y pasear con cuchillos en la tribuna de su equipo, un día de semana cualquiera, deja a las claras hasta donde llegaron, ya sea por su nivel extorsivo, violento, o por ser insertados por la gente "de poder", involucrada en política, dirigencia o demás.

El panorama descrito es a nivel nacional, mayoritariamente en Buenos Aires, donde la concentración de estadios, hinchadas y un mal entendido sentido de pertenencia es mayor. Pero, ¿qué pasa en Tucumán? Sin lugar a dudas, siempre copiamos lo peor de todo lo que se ve públicamente, fuera de esas super organizaciones mafiosas, la violencia es el motor que conduce a las "pandillas" que se suben a los paravalanchas de los pequeños estadios del interior de nuestra Provincia. Un caso del que puedo ser testigo por cercanía geográfica, me lleva a hablar inevitablemente sobre las dos hinchadas que posee Deportivo Aguilares, en la que una guerra de una minoría devastada y desbordada de flagelos lleva a enfrentar a dos barrios tradicionales de la ciudad Austral: Barrio Independencia y la Villanueva. Por ser adyacentes al estadio Don Agustín Fernández, y que la pasión popular sea el fútbol, esos disturbios fueron trasladados al ámbito deportivo, y el club los sufrió en más de una oportunidad, llegado el punto de estigmatizar a la institución.

Sin embargo, en ese círculo de copiar lo malo, la tranquila y familiar platea tomó esos comportamientos y los adaptó de una manera cobarde. En paralelo con esto, y en forma de crítica a los genuinos que avalan a los delincuentes Grabia afirmó: "la gente se opone cuando hay muertos pero le encanta tener una barra", pero este es otro tema que deberá ampliarse en algún momento. La ciudad de Aguilares (en torno a Deportivo y Jorge Newbery) fue protagonista de innumerables episodios que ocuparon lugares protagónicos en el boca a boca popular: el ingreso de hinchas a agredir a un arquero rival, el proyectil impactado en el rostro de otro, o una invasión escandalosa reciente son ejemplos de ello, pero son todas lejanas a hechos organizados y preparados a la altura de "La 12", "Los Borrachos...", o la "Butteler". Para eso nos debemos trasladar a la capital tucumana, para observar a "La Inimitable" y "La Banda el Camión", las cuales son los claros ejemplos de bandas organizadas en nuestros pagos. Como antecedente, podemos encontrar la batalla campal en plena popular de San Martín, que desvió el foco del encuentro entre el "Santo" y Atlético Paraná; pero para llegar al caso más visible, en ambos estadios grandes tucumanos se observa la venta de comida, productos distintivos del club en cuestión, sin ser evidente la reventa de entradas en partidos como local.

Desde un humilde lugar como este, en el que pocas soluciones se pueden aportar a un mal que hizo metástasis en nuestra vida cotidiana, sólo el optimismo y las ganas de seguir luchando contra ellos para dejar un legado a las próximas generaciones me podrían empujar a alzar esta bandera. Pero la complicidad que existe gracias a mirar para el otro lado, acción muy presente en el común del hincha, o de muchos periodistas, derrumban esa ilusión y nos condena a tener que sobrevivir con esa connivencia entre delincuentes, policías, políticos y entes que sólo lucharán por sus propios intereses. La corrupción nos condenó a todos, y somos los inocentes los que siempre vamos a pagar. Vaya a saber uno cuál será el límite de esta situación que no parece tener un giro de 180° a la vuelta de la esquina.

El documental de Canal +